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La obra de Eva Alonso no se centra en la temática, sino en la capacidad de banalizarla, de deformarla a través de una morfología de trazo duro y colores intensos, donde la ironía se alimenta de figuras redondeadas e infantiles, otorgando al conjunto una atmósfera siniestramente pueril. Se podría definir como la instantánea del desorden, del caos admirado por una persona extremadamente organizada, puntual y aprensiva, a la que no le queda otra que dibujar monstruos.